Por Fernando Riveros, Filósofo y Miembro fundador del ObservatorioAguas.
Ya desde los inicios de este siglo XXI, en diversos foros de Latinoamérica, se ha escuchado hablar acerca de la expresión “buen vivir”. Ella cobró una especial notoriedad por las recientes formulaciones constitucionales del término. ¿Por qué nos interesa?
Creemos que su relevancia aparece allí donde se consideran las ideologías y proyectos de sociedad alternativos a los regímenes sociopolíticos extendidos por estas tierras americanas. De cierta manera los tiempos de la crítica social han dado paso al interés y también necesidad de ofrecer proyectos de alternativa a las estructuras y modos de vida actuales. La resistencia a la hegemonía global del “modelo” neoliberal de concepción y construcción de sociedad, ha significado la aparición de diversos movimientos que proponen alternativas.
En el proceso de buscar inspiración para ellas, se descubre que no las hay fácilmente ni a la mano. En especial las alternativas de corte socialista se ven debilitadas por las experiencias fallidas a nivel mundial, y por la acumulación de propuestas confusas. Nosotros creemos que una fuente posible para el descubrimiento de alternativas podemos hallarla en la consideración de las formas de vida de algunos grupos indígenas habitantes de estas tierras. Es precisamente la distancia cultural y de mundo entre nuestro presente de orientación moderna y los mundos de los pueblos originarios, lo que podría significar el encuentro con un pensamiento de la sociedad que se distingue de lo que conocemos.
El salto estructural y semántico entre las lenguas de esos pueblos y el español latinoamericano es un índice de las distancias. Como buen vivir encontramos el sumak kawsay kichwa en el Ecuador, el suma qamaña, vivir bien aymara de los territorios bolivianos y el mapuche küme mongen -junto a otras denominaciones de distintos pueblos de la región.
Este buen vivir se enfrenta a ideologías fuertemente arraigadas en perspectivas modernas de proyecto de sociedad, donde se encuentran formas multiplicadas de dominación. Estructuras de dominación al interior de las sociedades e, igual de importante, formas de dominación de la Naturaleza. En este contexto, la cosmovisión del progreso se manifiesta concretamente como ideologías del desarrollo económico. Pero este desarrollo se muestra esquivo. Pretendemos igualarnos a las llamadas sociedades desarrolladas; por alguna razón (o sin razón) esa meta nos rehuye. Así es como el buen vivir se vuelve una expresión que se enfrenta a la idea del progreso, y plantea una alternativa al desarrollo.
La exploración social de una buena vida debe basarse en un proceso diferente al que se sigue cuando se busca el desarrollo (apoyado en el crecimiento económico). Ella aparece más relevante cuando se toma nota del carácter finito del planeta respecto de las posibilidades de extracción y consumo de los llamados recursos naturales. Se está demostrando que la Tierra no tiene la capacidad de absorción y resiliencia para continuar por esta misma senda.
Parece ser que la propuesta del buen vivir requiere que una de sus bases se encuentre en movimientos indigenistas de alcance nacional, capaces de rescatar de sus propias formas de vida un proyecto posible que pueda entrar al debate de alternativas.
El buen vivir considera una amplia variedad de derechos a los pueblos e individuos. Se incluyen los derechos humanos llamados de tercera generación, de inclusión y equidad, como el derecho al agua, la participación, la educación, la vivienda y la salud, la energía y otros. Así también se señala el derecho a un ambiente sano, libre de contaminación, el derecho a vivir en un ambiente ecológicamente equilibrado. Estos derechos no pueden ser asociados simplemente con el “bienestar” de las sociedades. Bienestar y buen vivir sin duda comparten asuntos programáticos, pero, por ejemplo, el buen vivir entrega otro estatus a la convivencia de la sociedad humana con la Naturaleza. Ella se inspira en la formulación de unos derechos de la Naturaleza.
El buen vivir es un concepto en construcción, y quizás sería más acertado hablar de buenos vivires. Como hemos dicho, tiene entre sus fundamentos una referencia indígena, a la cual se agregan otras concepciones alternativas que han aparecido en las últimas décadas en el mundo de la cultura occidental como los diferentes ecosocialismos, ambientalismos y feminismos. El proceso de su evolución sigue un decurso naturalmente lento, pasando por acentuadas tensiones con otras concepciones del devenir de nuestras sociedades. No es menor el contenido que podríamos llamar de inquietud utópica que lo rodea.
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